LOS MUERTOS VIVOS PRIMERA PARTE



La fuga gallega del führer
Texto: Santiago Romero
Fotos: Archivo Abel Basti
¿Fue una farsa el suicidio de Hitler en el búnker berlinés asediado por el Ejército Rojo en 1945? El investigador Abel Basti adelanta a La Opinión que su esperado libro presentará pruebas de que consiguió escapar a través de la costa gallega
Aspecto externo de la finca patagónica San Ramón, de 10.000 hectáreas, situada a 15 kilómetros de Bariloche, en la que vivió Adolf Hitler, según el investigador Abel Basti. Esta propiedad estuvo en manos de alemanes desde principios del siglo XX, cuando perteneció al principado germánico de Schamburg-Lippe.

Embajada rusa en Buenos Aires, junio de 2008. El periodista Abel Basti, principal referente de la investigación sobre la colonia nazi establecida en Latinoamérica al final de la II Guerra Mundial, es recibido por el embajador ruso tras años de intentos frustrados. El investigador argentino acaba de recibir con sorpresa la invitación del diplomático y está confuso. Basti ha reclamado reiteradamente en vano a los rusos que le permitan realizar un análisis de ADN de los supuestos restos óseos de Adolf Hitler que se guardan en el Kremlin, a lo que Moscú jamás accedió. Con ningún historiador. Algo parece haber cambiado sin embargo a mediados de este año.
Este intrigante encuentro es el paso más importante en décadas para desenmarañar uno de los enigmas más apasionantes del siglo XX: ¿se suicidó realmente Hitler el 30 de abril de 1945 en el búnker berlinés asediado por el Ejército Rojo como sostuvo con reservas el informe oficial de los Aliados al término de la II Guerra Mundial o consiguió burlar el cerco y escapar a Latinoamérica, como defienden aún muchos investigadores?
“Hasta ahora sólo había tenido negativas y una relación epistolar. Ahora, de pronto, el embajador me dice en persona que Moscú está dispuesto a estudiar el asunto. Yo especulo con los cambios habidos recientemente en las relaciones internacionales, quizás ahora les pueda resultar útil”, revela Abel Basti a LA OPINIÓN. Basti, que publicará a finales de año en todo el mundo el libro Destino Patagonia cuyo avance fue destacado en agosto por toda la prensa española, al asegurar que el führer consiguió huir a Argentina en un submarino tras ser traído en avión desde Berlín a Barcelona, revela ahora a
LA OPINIÓN que en su libro mantiene que el dictador nazi fue embarcado en un submarino en la costa gallega, “con toda probabilidad en Vigo”.
“Tengo al menos un testimonio español que lo sitúa físicamente en la localidad cántabra de Somo, en una antigua hostería llamada Las Quebrantas. Un jesuita de 94 años conoce la historia. A Hitler lo trajeron en avión desde Berlín a Barcelona. La siguiente pista aparece en Somo y, de acuerdo con los documentos y testimonios que hemos conseguido, fue embarcado en un submarino en la costa gallega, estamos prácticamente seguros de que fue en Vigo. De acuerdo con documentos norteamericanos desclasificados, sabemos que grandes Junkers volaron directamente a Suramérica, pero Hitler no iba en ellos. En esos momentos, el FBI busca a Hitler en España —estos documentos pueden ser ya consultados públicamente, aunque la gran parte están bajo secreto hasta 2020—, donde lo sitúan Stalin y Zhukov, el mariscal que tomó Berlín, y el gobierno español tiene que salir a desmentirlo. El punto de llegada del submarino que transportó a Hitler a la Patagonia casi lo tenemos acreditado, pero hay que hacerlo tangible. Está en marcha una operación para ello y ya hemos conseguido registros por magnetografía, aunque no surgen todavía por visión directa. Es una zona muy arenosa y supone un trabajo triple: registralo, situarlo y sacar la arena. Va a ser costoso”.
El mundo dio por válida después de la II Guerra Mundial la versión oficial según la cual Adolf Hitler se habría suicidado en abril de 1945 con su mujer Eva Braun en el búnker asediado por las tropas rusas que entraban en Berlín. La aceptación de la muerte del führer, jamás demostrada con pruebas, se basó fundamentalmente en la investigación llevada a cabo por el historiador y agente de la inteligencia británica Hugh Trevor-Roper por encargo del propio Churchill, que vio la luz años después en un libro titulado Los últimos días de Hitler y que aún hoy en día se considera la biblia sobre el asunto. Trevor Roper interrogó personalmente a los dirigentes nazis prisioneros, así como a aquellas personas que se habían movido en el entorno de Hitler, como fueron los casos del militar de Estado Mayor Von Loringhoven —que posteriormente sería general de la OTAN— o de la secretaria del führer Tradl Junge, cuyas memorias —junto con la investigación de Roper— fueron el armazón histórico de la reciente película El hundimiento sobre la agonía del nazismo. El propio Roper —que se decanta por la versión del suicidio— admite sin embargo muchas lagunas en su histórico informe y reconoce que no existe ninguna prueba concluyente de la muerte de Hitler. Los puntos oscuros reaparecen también en la reciente obra La caída de Berlín del historiador británico Antony Beevor —también partidario de la teoría oficial del suicidio— que revela sin embargo que el servicio de inteligencia del Ejército Ro-jo —el Smersh— prohibió la entrada en la guarida de Hitler al mismísimo mariscal Zhukov, máxima autoridad de las tropas que conquistaron Berlín, que afirmó en una rueda de prensa ante una multitud de corresponsales de guerra en abril de 1945 que el cadáver de Hitler no había sido hallado y que se le daba por fugado. Beevor recoge también un oscuro episodio que da a entender que en el búnker se encontró el cadáver de un segundo Hitler —también con bigotito y flequillo transversal— que fue descartado por llevar calcetines zurcidos, algo que les pareció impropio del führer. 
Esta fotografía perteneciente al archivo de Abel Basti muestra una reunión de dirigentes nazis en la localidad patagónica de Bariloche poco después del final de la II Guerra Mundial. El investigador Abel Basti sostiene que Hitler vivió en las proximidades de esta localidad tras fugarse de Berlín a través de la costa gallega.

“Si se hiciera un juicio histórico sobre el destino de Hitler —replica el investigador Abel Basti— se puede asegurar que ya hay más pruebas que demuestran que escapó que las relacionadas al supuesto suicidio. Como fundamento de su presunta muerte sólo existe la declaración de un puñado de nazis fanáticos. La farsa contemplaba que ellos contaran la misma historia. Pero no hay pericias del lugar del suicidio, ya que no se encontraron elementos relacionados con su muerte. No se encontró el arma asesina, ni balazos en las paredes o en el techo, ni los cadáveres en el despacho de Hitler. Excepto un pequeño charco de sangre que no se pudo demostrar que perteneciera al canciller alemán. Tampoco hay un solo testimonio que haya dicho que vio a Hitler pegándose un tiro. O una foto de los cadáveres en el lugar del suicidio o ardiendo en la supuesta pira funeraria. Se encontraron en los jardines varios cadáveres, algunos quemados, y un par de ellos fueron atribuidos a Hitler. Pero en las pericias forenses se demostró que ninguno tenía las medidas ni las características físicas del canciller del Tercer Reich. Esta realidad quedó documentada por los soviéticos. Después de la guerra, Stalin quería juzgar a Hitler en Nüremberg, y en el Senado norteamericano se analizó ofrecer una recompensa de un millón de dólares por su cabeza. Alemania, al no haber certificado de defunción ni cadáver, lo declaró muerto en 1956 en presunción de fallecimiento. Así que, para Alemania, Hitler estuvo vivo desde 1945 hasta esa fecha”.
El episodio mencionado por Beevor de los dos cadáveres de Hitler hallados en el búnker sugiere obviamente el tema de los dobles del führer, nunca reconocido oficialmente ya que echaría por tierra la aceptación de la tesis oficial al poder tratarse de un doble el cuerpo supuestamente encontrado por los soviéticos cuya identificación jamás se ha verificado fehacientemente.
Basti —que restringe lógicamente las informaciones anticipadas sobre su próximo libro— revela que una de las pruebas que maneja sobre la activa existencia de dobles de Hitler en los últimos días del nazismo la encontró en un aparentemente inocuo libro publicado en España. Se refiere a las memorias de Joaquín Navarro Cristóbal corresponsal de La Vanguardia en Berlín durante la II Guerra Mundial —que firmaba con el pseudónimo de Cristóbal Tamayo—, reeditadas en 2005 con el título de Los últimos días de Berlín. Navarro, fallecido en 1970, cuenta en este libro su experiencia a bordo del último servicio aéreo de Lufthansa entre España y Berlín en abril de 1945. “Para alguien que no esté muy familiarizado con el tema de la muerte de Hitler, el pasaje es irrelevante, pasa como una historia más de los últimos días de guerra en Berlín. Pero contiene un dato que contradice todas las versiones oficiales. Navarro quería ver cómo caía Berlín, quería llegar antes de que los rusos la tomaran. Cuenta que llegó al aeropuerto de Tempelhof, situado a 20 kilómetros de Berlín, a media mañana del 20 de abril de 1945. No había forma de llegar a la capital, sitiada por el Ejército Rojo, así que se queda en el aeropuerto hasta que de pronto aparecen cazas alemanes. Pregunta que está pasando a oficiales de las SS y le dicen que llega el führer. Efectivamente, ve cómo Hitler baja de un Junker 290 y lo trasladan a Berlín. Navarro consigue viajar también en un camión militar y se vuelve a topar con el auto en el que iba Hitler girando por las calles de Berlín. Lo asombroso es que la historia oficial mantiene —y en eso está todo el mundo de acuerdo— que Hitler entró en el búnker el 19 de enero de 1945 y que no salió nunca de allí. El inocente testimonio de Navarro evidencia el tema de los dobles de Hitler, que es lo que se va a emplear en la farsa del suicidio en el búnker. Lo cierto es que nadie sabía a ciencia cierta dónde se hallaba Hitler en esos caóticos días de la caída de Berlín. Como muestra la película El hundimiento, nadie vio a Hitler muerto”, asegura Basti.
Submarinos nazis en Argentina y Vigo (derecha).

A estas alturas de la historia, resulta inexplicable por qué buena parte de los documentos del servicio de inteligencia estadounidense referidos a la muerte de Hitler —un tema oficialmente zanjado— no pueden ser desclasificados hasta 2020 —“y esto no implica que serán públicos en esa fecha, ya que pueden volver a reclasificarse”— ni tampoco el secreto que rodea a los documentos de la llamada operación Ultramar Sur, el contenido de los interrogatorios de militares argentinos a la tripulación de dos submarinos nazis —los U-530 y U-977—, que se rindieron en Argentina al término de la guerra y que Estados Unidos obligó a entregar a las autoridades del país austral. “Ahí se cuenta que el 26 de junio de 1945, un submarino no identificado fue visto en las costas argentinas mientras era reabastecido por un velero. Del sumergible, según el dosier, desembarcaron en un bote de goma un hombre y una mujer, que fueron recibidos por un ciudadano alemán. Este dato coincide con un informe que el director del FBI Edgar J. Hoover recibió de un agente de contraespionaje en septiembre de 1944, en el que se mencionaba como posible escondite una residencia del conde de Luxburg, encargado de las relaciones públicas del espionaje alemán desde la I Guerra Mundial. Argentina entregó los submarinos y sus tripulaciones el 17 de julio de 1945, el mismo día que comenzaba en Potsdam la cumbre de los vencedores. Allí, el secretario de Estado estadounidense Jimmy Birnes preguntó a Stalin durante el brindis si creía que Hitler estaba muerto. ‘No, escapó a España o a Argentina’, le respondió el líder soviético. He conseguido también encontrar documentación en la que Stalin y otros generales soviéticos hablan de la fuga de Hitler a España. Un capitán argentino me reveló que en 1945 fue enviado con un barco a Hamburgo para embarcar con pasaportes falsos a una gran cantidad de mandos nazis. En agosto de 2003, el gobierno argentino ordenó investigar la destrucción de dosieres que revelaban la identidad de 43 jerarcas nazis llegados tras la guerra, entre ellos Eichmann, Mengele y Priebke”.
Vigo, el puerto de embarque en la supuesta fuga de Hitler a la Argentina, según Abel Basti, fue durante la II Guerra Mundial una importante base de aprovisionamiento para los sumergibles alemanes —como se puede comprobar en la célebre película de Hollywood El submarino, dirigida por Wolfang Petersen—.
En las profundidades de la ría viguesa, frente a las islas Cíes, se encuentran los pecios de cuatro submarinos nazis hundidos por la aviación inglesa.
El periodista Eduardo Rolland cifra en 37 submarinos, con 1.400 tripulantes, los submarinos alemanes hundidos en aguas del sur gallego. Al menos ocho U-boot fueron aprovisionados en Vigo (los U-29, U-43, U-52, U-77, U-96, U-434, U-574 y U-575) donde operó al final de la II Guerra Mundial una importante organización de cobertura para la fuga de nazis conocida como Der Spinner.
La actividad de los submarinos nazis en las costas gallegas llegó a ser tan intensa en los primeros años de la guerra que Churchill llegó a planear un desembarco aliado en la zona de Doniños.
¿Fue una puesta en escena con dobles el suicidio de Hitler en el búnker del Berlín sitiado?
Resulta difícil de creer que uno de los episodios más importantes de la historia haya sido sencillamente una farsa, pero no deja de ser inquietante la acumulación de indicios aparecidos últimamente que nos dan a entender que la historia real poco tiene que ver con la historia oficial.
No hace mucho, la BBC divulgó documentos desclasificados que prueban que los servicios de espionaje británicos conocían desde el principio el verdadero cometido de los campos de exterminio nazis —algo que siempre fue oficialmente negado— pero que no hicieron nada para no comprometer a sus fuentes de información. En la misma línea, un alto cargo del espionaje israelí, el mítico Mosad, desveló recientemente que dejaron escapar a Mengele —el monstruo de Auschwitz— por no arriesgar la captura de Eichmann. Mengele moriría sin que nadie lo molestase en Brasil en 1979. El mundialmente célebre escritor Le Carré aportó también su grano de arena a este alud de revisiones al confesar que cuando era agente de la inteligencia británica estuvo a punto de pasarse a los soviéticos. El motivo se encuentra en uno de sus libros más duros —Una pequeña ciudad de Alemania— en el que relata cómo buena parte del aparato nazi fue protegido por los aliados al final de la guerra.
“Lo único cierto en toda esta historia —afirma Abel Basti— es que a Hitler nadie lo vio morir”.
Abel Basti: “Hitler murió en los años 60 en Argentina”
El investigador, experto en nazis fugados a latinoamérica, ultima la publicación de ‘Destino Patagonia’ y prepara un filme con financiación europea, así como una expedición para recuperar el supuesto submarino en el que huyó Hitler desde Vigo.
El investigador Abel Basti. / efe

El investigador Abel Basti, uno de los mayores expertos en nazis fugados a Latinoamérica, ha publicado ya Bariloche nazi (2004) y Hitler en la Argentina (2006), en los que desmenuza las supuestas andanzas del líder del nazismo y su esposa Eva Braun en Argentina en base a documentos oficiales argentinos y estadounidenses, y a gente que asegura haber visto e incluso atendido al matrimonio. Toda la prensa española se hizo eco este verano del avance de su tercer libro Destino Patagonia, que será publicado a finales de año, al asegurar que tiene “pruebas fehacientes” de la llegada del führer a España en abril de 1945. Basti, que reveló a LA OPINIÓN que su investigación apunta a que el dictador nazi fue embarcado en Vigo rumbo a Argentina en un submarino, tiene en marcha una película sobre los nazis con investigadores europeos, así como una expedición para recuperar el supuesto submarino en el que Hitler habría viajado a la Patagonia desde Vigo.
–¿Cuál es su tesis de la fuga de Hitler?
–Actualmente estoy terminando de escribir el libro Destino Patagonia, donde se describe con detalle cómo se fugaron Hitler y Eva Braun. Hitler escapó vía aérea a Austria y luego a Barcelona, España. La última etapa fue en submarino, desde Vigo, con rumbo directo al litoral de la Patagonia. Finalmente en automóvil, Hitler y Eva Braun, en un auto con chofer y guardaespaldas —una caravana de por lo menos tres automóviles—, se trasladaron hasta Bariloche. Allí se refugiaron en la estancia San Ramón, ubicada a unos 15 kilómetros al este de ese pueblo. Se trata de una estancia de 100.000 hectáreas, con costa en el lago Nahuel Huapi, que históricamente estuvo en manos de alemanes, desde principios del siglo XX, época en que pertenecía a un principado alemán, el de Schamburg-Lippe.
–¿Cómo vivió Hitler en Argentina?
–Hitler vivió con su esposa y sus guardaespaldas en situación de fugitivo. Los primeros años estuvo en la Patagonia y luego vivió en provincias ubicadas más al norte. Durante los primeros años mantuvo reuniones en diferentes partes de Argentina e inclusive en el exterior —Paraguay— con otros nazis y referentes de la derecha internacional. No tenía el clásico bigotito y estaba rapado, así que no era fácilmente reconocible. Vivió alejado de los grandes centros urbanos, aunque tuvo reuniones en Buenos Aires. Murió en los años 60 en Argentina, siendo en este momento un tema de mi investigación sus últimas horas y el destino final de sus restos.
–¿En qué pruebas se basa?
–En documentos desclasificados y otros a los que he tenido acceso. Pruebas históricas son la posición pública de Stalin, quien hasta su muerte en 1953 sostuvo que Hitler había escapado. Stalin les comunicó esta misma información a los aliados en 1945. Hay tres versiones taquigráficas de Stalin en las cuales se comprueba que sostuvo que el líder alemán había huido. En Argentina he entrevistado a personas que estuvieron con Hitler. En los archivos rusos hay abundante documentación que demuestra que Hitler escapó.
–¿Qué repercusión tuvo su tesis?
–Mi libro ha tenido una importante repercusión, pero la versión de la fuga es rechazada oficialmente en Rusia, donde descartado sistemáticamente los pedidos de hacer una prueba de ADN a los supuestos restos de Hitler, aunque la reunión que acabo de mantener con el embajador ruso en Buenos Aires me da esperanzas de que esto cambie. Lo mismo ocurre con las naciones involucradas en la guerra: Estados Unidos acaba de reclasificar a 20 años todo el material oficial relacionado con esta historia, y cuando se cumpla ese plazo seguramente volverá a ser reclasificado; los ingleses han reclasificado a 60 años la documentación que demuestra que Hitler escapó. Los investigadores no podemos tener acceso a esa información por ese lapso.
–¿Quién protegió a Hitler?
–Al final de la segunda guerra mundial se produjo un impresionante trasvase de tecnología, cuadros de espionaje —la base de la CIA— y capital nazis a los aliados, que fueron empleados en la incipiente guerra fría. La complejidad de la trama es enorme y aunque Hitler aparece en ella como lo más llamativo y fantástico, desde el punto de vista estratégico fue apenas un elemento menor.
El FBI lo buscó en España
La fotografía, enviada anónimamente al investigador Abel Basti y sometida a varios análisis de técnicas faciales, muestra supuestamente a un Adolf Hitler anciano en Argentina.

El FBI buscó a Adolf Hitler en España al final de la guerra, como prueba un documento fechado en 1947 —se reproduce arriba— que ha sido desclasificado recientemente. “Hitler, Eva Braun y 13 jerarcas nazis aterrizaron en Barcelona el 27 de abril de 1945, en un vuelo que partió de Berlín e hizo escala en Linz (Austria)”, sostiene Abel Basti.
“Viajaron en un avión Junker 290, número de serie 0163, código PIPQ, que tiempo después fue localizado por los aliados en un aeropuerto naval de la localidad de Travemünde, cercana a Hamburgo”, revela el investigador, para quien España “apenas fue un trampolín para el escapada de Hitler en submarino hacia Suramérica”.
“Este documento del FBI, fechado en mayo de 1947, cobra valor uniendo todos estos datos históricos, aunque mi teoría es que Hitler estuvo en España no más de un mes y ya había abandonado ese país cuando el Ejército estadounidense lo buscó allí”, afirma el experto en nazis fugados en Latinoamérica.